
-¿Quien eres tu?-. Preguntó el Guardian de la Noche.
-De la pureza pristina provengo-, fue mi respuesta.
Y por insaciable que sea mi sed, Perséfone, obedecer tu decreto me lleva a volar y a girar y girar por siempre más.
Desdeño el pálido ciprés. No busco refrescarme en su manantial cristalino, pero apresuro el paso hacia el río de Mnemosine, donde bebo para saciar mi sed. Y allí, con las palmas de las manos rozando la revoltosa agua de la corriente, vuelvo a ver como en el sueño de un nadador que se ahoga,todas las cosas extrañas que he visto, y cosas aún mas extrañas que ningún hombre ha visto jamás.
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